Tanto si hablamos de psicología como si lo hacemos de fotografía (o cualquier otra disciplina artística) el miedo es uno de los temas más recurrentes. ¿Es quizás el arte una forma intuitiva de tangibilizar lo intangible? ¿De dar forma a lo que no la tiene? ¿Sería, desde este punto de vista, Halloween una estupenda vía terapéutica de enfrentarnos a aquello que más tememos?

 

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Siempre me ha gustado la fiesta de Halloween, pero entiendo también a los que critican la implacable apisonadora cultural que significa. Comparto sus recelos,  y no por un sentimiento nacionalista sino por la falta de aire que deja para propuestas mucho más creativas  a las que a penas se presta atención.

Lo queramos o no seguimos teniendo tendencia a ensalzar lo de fuera y olvidarnos de lo de dentro. Probablemente por el simple hecho de no poseer la maquinaria de comercialización que respalda al mercado estadounidense, que fagocita de forma experta cuanto toca y lo devuelve convertido en fast food lista para ser consumida por millones de clientes poco exigentes. Me gustan las películas de terror y sus personajes, soy fan incondicional de vampiros, hombres lobo y zombis pero… ¿qué pasa con el resto? ¿Son estos los únicos monstruos que la imaginación es capaz de producir? ¿O que la industria es capaz de comercializar? Sin llegar a hablar de monstruos reales, como ciertos directores de empresas, sin ir más lejos, el continente europeo  está llena de mitos absolutamente terroríficos sin explotar, supongo que esperando a que los norteamericanos los descubran, si es que no desaparecen antes, claro.

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La historia de España, supongo que como la de cualquier país, está llena de episodios oscuros. La febril creatividad popular a menudo ha encontrado en las fiestas una forma de exorcizar esos miedos en forma de disfraces o muñecos a los que posteriormente, como una forma de psicomagia, poder maltratar o expulsar de nuestras vidas. Así uno puede encarnar a su peor pesadilla durante un día, conocerla, hacerse amigo incluso y descubrir que quizás no es para tanto. TAmbién uno puede al final de ese día guardarla en un cajón, para que no moleste el resto del año. En otros casos adopta la forma de un muñeco al que poder maltratar, apalear o quemar con la esperanza de que así se consuma también el miedo. Nuestro territorio esconde centenares de festejos, la mayoría en pueblos diminutos, cuyos protagonistas dejarían a Freddy Krueger o las hordas de zombis como inocentes bromas de patio de primaria. Desde el hombre del saco o el sacamantecas al casi simpático «coco» tenemos la casa atestada de pesadillas infernales que si saltaran al cine darían fácilmente para muchos años de grandes taquillazos. ¿Una solución a la crisis? Aquí os dejo una extensa colección de imágenes de algunos de estos personajes que he ido recopilando a lo largo de los años y que quizás algún día se cuelen en nuestras peores pesadillas y desde ahí… al catálogo de disfraces de Toys’r’us.

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Trabajar el miedo en terapia mediante fotografías es un trabajo rico en creatividad y de una potencia sin límites a la hora de movilizar emociones. Una de las técnicas más utilizadas en fototerapia es fotografiar aquello que me da miedo. Puede ser literalmente, las arañas, por ejemplo, o puede ser “creando” toda una imagen a partir de la peor pesadilla.

Es una técnica muy interesante desde el punto de vista creativo pero si no se dispone de mucho tiempo existe también otra posibilidad: las fotografías proyectivas. Consiste en mostrar al paciente una serie de imágenes hasta que encuentre la que más identifica su miedo o la que más rechazo le genera. A partir de ahí se aborda el tema desde los recuerdos y emociones que surgen de la imagen.

¿Y para ti? ¿Qué forma tiene tu peor pesadilla? ¿En qué personaje te reconoces? Si tu peor miedo tuviera forma humana ¿A cuál de estos se parecería?

 

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